El lunes 1 de diciembre se suicidó un chico de 12 años en el centro de menores Picón del Jarama, que gestiona, en lo educativo, “la fundición” O´Belen. Desde que me enteré de la noticia un pensamiento circula tránsfuga por mi mente, viene y va, “como un recuerdo, como un espejismo”, y no lo controlo. Las preguntas se amontonan y la frustración vuelve a poderme…
En principio me sorprendió encontrar la noticia en periódicos digitales, por lo del código ético- profesional y todo ese rollo, que según tenía entendido no les permite publicar noticias de suicidios. La verdad es que no me parece mal que se publique, el problema está, como casi siempre, en el trato que se le da a la información. Hay que tener cuidado con lo que se dice y escribe, y más en temas tan delicados y con los que se puede hacer tanto daño. Mucha gente culpa de lo sucedido a “la fundición” O´Belén porque no están de acuerdo con sus planteamientos educativos, ni con su forma de actuar. Yo tampoco lo estoy, y creo que se deberían revisar no sólo en estos centros sino en muchos otros, pero acusar de asesinato al equipo educativo del centro es cruel y desproporcionado, y me parece una posición un tanto oportunista la adoptada por diversas asociaciones y particulares que luchan en contra de este tipo de centros y que han utilizado lo sucedido para cargar contra ellos.
Que es necesario un cambio de orientación en este tipo de centros, cierto, que tienen parte de responsabilidad en lo sucedido, también cierto, estoy seguro que lo saben, la noche se encargará de recordárselo, pero no son los únicos responsables. Todos lo somos, de alguna forma u otra, en mayor o menor medida lo somos. Ahora surgen muchas preguntas. Una de ellas es ¿Porqué un niño que apenas ha empezado a vivir decide dejar de hacerlo? Para responder hay que aclarar primero que el suicidio no se elige, creo que más bien se padece. El suicidio sucede cuando el dolor supera con creces los recursos que la persona posee para afrontarlo. El que se suicida sufre tanto dolor que la vida se le hace insoportable, invivible, se siente desesperado, piensa que el futuro no será mejor, cree que nadie le puede ayudar por mucho que intente darle su apoyo y ve la muerte como la única salida para escapar del pozo en el que se encuentra. Pero, en realidad ¿quiere el suicida dejar de vivir? yo creo que no, el suicida no quiere dejar de vivir, lo que quiere es dejar de sufrir, que es muy diferente, y la única forma que encuentra para escapar a ese terrible dolor es la muerte. Los niños tampoco se libran, y sucede más a menudo de lo que pensamos, no solo en los centros de menores. Y es que cuando no se hallan motivos para vivir, cuando se ha perdido toda esperanza y la vida se convierte en una calamidad, cuando el dolor lo invade todo y la existencia se torna insufrible, el ser humano prefiere renunciar a su vida y destruirla, terminarla… Intentemos hacer la vida un poco más vivible, por favor…es responsabilidad de todos.
domingo, 14 de diciembre de 2008
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