sábado, 29 de marzo de 2008

La justicia cojea.

¿Como es posible que una persona con dos sentencias condenatorias y firmes, en las que no hay posibilidad de recursos sea capaz de eludir la cárcel? Aunque parezca incrible, es posible.
En el llamado caso Mariluz, se habla de una cadena de despropósitos judiciales que impidieron que las sentencias se ejecutaran. Pero hasta para un duende garrapata resulta fácil entender que el problema es mucho más complejo y necesita un análisis más profundo que tendrán que realizar los expertos en justicia. Este análisis tendrá que ir encaminado hacia un necesario cambio estructural en el funcionamiento de la justicia y a la implantación de muchos más medios y recursos, tanto materiales como personales. Seguramente no sea la primera vez que pasa algo así, aunque es probable que las consecuencias en otros casos no hayan sido tan escandalosos y escalofriantes como para llegar a nuestras orejillas. ¿Cuántos condenados andarán por las calles campando a sus anchas ? No me gusta ser alarmista, pero es que con este caso saltan todas las alarmas y parece que no hay nadie capaz de hacer que se callen. El tiempo las callará, sólo espero que a los que corresponde arreglar este desaguisado no se les olvide el problema cuando la alarma deje de sonar. Ha Mariluz la ha matado un perturbado, eso está claro, pero éste perturbado no es el único responsable de su muerte. La justicia también es responsable pues sólo tenía que haber hecho bien su trabajo para evitar que esto sucediera.

La justicia cojea, por eso camina muy despacito, y por eso casi siempre llega tarde. Cuando llega lo hace con tanto retraso que al encontrarse con el que la espera, éste no la reconoce. Le pasa como a Penélope que, sentada en la estación, espera el regreso de su amado, pero cuando éste regresa, la pobre Penélope no es capaz de reconocerle porque ha pasado demasiado tiempo. Con la justicia pasa algo parecido, cuando aparece, cuesta reconocerla porque generalmente llega convertida en injusticia.

viernes, 28 de marzo de 2008

Duendes & Druidas

Los duendes y los druidas hemos estado ligados desde el principio del principio, cuando los bosques eran de árboles y no de antenas y asfalto. Tiempos muy, muy lejanos en los que algunos duendecillos ayudaban en sus pociones y conjuros a los druidas y hechiceros más selectos. Pero los tiempos han cambiado y al igual que la mayoría de las criaturas del bosque los druidas también han cambiado, y se han visto obligados a diversificar su actividad modificando y adaptando costumbres ancestrales. Algunos usan estetoscopio y no crean pócimas, en su lugar dan papeles, que se cambian por jarabes y ungüentos. Otros en cambio, sólo se dedican a elaborar potingues experimentando con seres vivos a los que llaman inferiores. Hay muchos más, pero quiero hablaros de uno en concreto que me presentó un duende burlón de los que hacen desaparecer objetos. Pertenecía a ese grupo de druidas calificados de impostores que hacen apología del hedonismo vendiendo a precio asequible pedacitos de felicidad. Aunque viven en clandestinidad los puede encontrar quien quiera y están mal considerados por lo dañino de sus mejunjes y sus efectos secundarios. He conocido a muchos, todos muy parecidos pero no todos iguales. Este me sorprendió porque parecía poseedor de una sabiduría especialmente distinta, y porque al mismo tiempo que vendía brebajes dulces e inciensos daba sin ningún pudor consejos que recitaba en verso.
No quise entender su consejo porque estaba a los inciensos, pero quedó grabado en mi mente como con hierro encendido. Decía así:

Aliñar la vida que te engulle
Con la salsa de la mentira
No evita que te repita
Ni hace la digestión más fácil.
La realidad es la que es.
La pinte el pintor a su antojo,
En la oscuridad de la noche
Todo es negro
No hay azul, ni amarillo ni rojo.