e separaba el hogar infantil de la residencia de los mayores donde estaba Lucas que tenía catorce años. Silbé tres veces y Lucas no tardó en aparecer, tenía un ojo morado. Me dijo que se lo había hecho jugando al fútbol, hice que me lo creía aunque sabía que era mentira, en el hogar los muros no impiden que las noticias lleguen a todas partes. Don Francisco le había dado un puñetazo porque Lucas le vaciló y se negó a delatar a sus cómplices en el robo de unos ordenadores. Con la verja de por medio me dio un fuerte abrazo y me dijo que todo iría bien, me hizo prometerle que sería bueno en mi nueva casa y me dio su palabra de que iría pronto a visitarme. Hasta pasados tres años no volvimos a vernos.La maleta no llegó a mi nueva casa, el señor Herrero de Miñón hizo que el chofer la tirara en el primer contenedor de basura que encontramos por el camino. A mi no me importó, ni siquiera sabía lo que contenía, y lo único que me importaba era mi tesoro personal, un par de fotos de mi madre y mi hermano que guardaba con celo en mi bolsillo secreto. En la mansión de los Herrero de Miñon las cosas no fueron muy bien, estuve sin soltar palabra durante más de dos meses. Tenía prohibida la entrada a todas las habitaciones y pasaba la mayor parte del tiempo en la cocina con Lupe, la chacha. Al principio creí que su indiferenciaera era debida a mi silencio, así que decicidí hablar y enseñarles mi tesoropersonal pero tuve que volver a callarme al ver en sus rostros gestos de disgusto. Mi tesoro personal fue condenado a la hoguera. La indiferencia se convirtió en desprecio y los conflictos y la agresividad fueron aumentando poco a poco. creí que sus malos tratos eran culpa mía e intentaba que me perdonasen mostrando una actitud sumisa, pero cuanto más amable era más me despreciaban.
Odiaba al matrimonio Herrero de Miñón. Odiaba a sus dos hijas que jugaban a desnudarme y me insultaban a cada paso. Odiaba a la asistenta social que se quedaba en el recibidor, hacía dos preguntas y se marchaba pidiendo excusas por las molestias. Odiaba mi habitación y todos los juguetes que allí tenía. Odiaba ir a la iglesia. Odiaba las grandes fiestas para las que me vestían de traje y donde oía a todos cantar alabanzas hacia la familia Herrero de Miñón, que - se tienen ganado el cielo -, porque según decían hacían por mí, más de lo que hubieran hecho mis verdaderos padres. Fue allí donde decidí que cuando muriese no iría al cielo. Esa misma noche recé al Diablo para que me llevase si moría. Como no sabía que oraciones se le rezan , me pasé la noche susurrando los perores insultos que conocía que según "Mama Agus" son palabras del diablo.
Cada vez pensaba más en mamá, en Lucas y en la vieja chavola donde vivíamos. Recordaba sus besos, sus abrazos, su sonrisa, pero también recordaba el hambre, el frío, las palizas que nos daba su chulo y las noches en vela esperando que ella regresara. Es curioso pero evocar esos momentos cuando los Herrero me humillaban y sentía el cuerpo pesado a causa de la tristeza, me hacía experimentar una sensación de extraña libertad. A veces el presente es tan duro que puede anular el futuro y transformar en agradables, momentos y situaciones pasadas que vivimos con sufrimiento. Gracias al ejercicio de adornar los recuerdos conseguí adoptar una actitud indiferente y sumisa ante las agresiones. Entré en un prolongado letargo que me ayudó a soportar la vida en la casa durante más de tres años.
Cuando salí de aquella casa tampoco hice la maleta. No había maleta, ni ropa, ni juguetes, ni nada. Ese mismo día la enorme mansión de los Herrero de Miñón, con todos sus lujosos accesorios había quedado reducida a un montón de cenizas. Lucas se presentó en mi habitación, no me asusté aunque no le reconocí hasta que mostró su sonrisa. Estaba muy cambiado, su mirada era diferente y se había dejado crecer el pelo para tapar una nueva cicatriz que tenía en la mejilla izquierda. A sus diecisiete años había escapado de casi todos los reformatorios de la ciudad y era el jefe de una banda considerada muy peligrosa. Se enteró de donde estaba porque me vio en la foto de un periódico local que había realizado un reportaje sobre la excelentísima familia Herrero de Miñón.
No me dejó contarle como vivía, le bastó ver las quemaduras de mi espalda. - No te preocupes peque, esto se ha terminao-, y salió un instante para regresar con Amador, un gitano gordo y un poco retrasado que cargaba dos garrafas de gasolina. Vimos arder la casa desde el jardín y antes de que llegase la policía ya estábamos en el coche camino de la playa. en aquel momento pensé que era una pena que la familia no estuviese en casa.
Nunca olvidaré la primera vez que vi el mar en directo, lo conocía por la televisión y las fotos que me mostraba la familia Herrero de Miñon cuando regresaban de sus viajes a los que nunca me llevaron. Estuvimos casi más de un año recorriendo la costa, no llevábamos equipaje, cambiábamos de coche muy a menudo, a veces dos en el mismo día. Robamos en más de setenta establecimientos, grandes y pequeños, sobre todo gasolineras, tiendas y alguna sucursal bancaria.Nos escondíamos de la policía en los poblados de gitanos donde Amador el gordo siempre tenía algún primo que nos ayudaba en nuestros golpes. Allí descansábamos y cambiábamos nuestro botín por dinero, drogas y comida. Era como vivir una película y nosotros éramos los protagonistas. Pero todas las pelis tienen un final y la nuestra terminó con un tiroteo a las puertas de una caja de ahorros. El tirillas perdió la vida, mi hermano y Amador la libertad.
Conseguí escapar y no me cogieron h
asta dos días después. Una pareja de policías me encontraron durmiendo en la playa, en el interior de una vieja barca. Mi hermano y amador dijeron que yo no había participado en ningún atraco y como aún no había cumplido los catorce, me mandaron a una residencia de menores donde no duré más de dos semanas. Comenzó mi peregrinación por muchos de los centros en los que había estado mi hermano. Cuando reconocían mis apellidos la mirada de los educadores cambiaba, y su actitud se volvía más hostil. A mi me gustaba ver la transformación de sus rostros, sobre todo cuando dejaban entrever el miedo de sus ojos. Siguiendo los pasos de Lucas y cumpliendo con las espectativas de los educadores, cree mi propia banda. La primera película había terminado en la puerta de la caja de ahorros, pero algunas pelis tienen segundas partes y comencé a escribirla sobre la marcha e improvisando. Más fugas, más persecuciones, más atracos, más odio, más violencia, más miedo, más angustia... pero pocas segundas partes son buenas y este final no resultó ser mejor.
asta dos días después. Una pareja de policías me encontraron durmiendo en la playa, en el interior de una vieja barca. Mi hermano y amador dijeron que yo no había participado en ningún atraco y como aún no había cumplido los catorce, me mandaron a una residencia de menores donde no duré más de dos semanas. Comenzó mi peregrinación por muchos de los centros en los que había estado mi hermano. Cuando reconocían mis apellidos la mirada de los educadores cambiaba, y su actitud se volvía más hostil. A mi me gustaba ver la transformación de sus rostros, sobre todo cuando dejaban entrever el miedo de sus ojos. Siguiendo los pasos de Lucas y cumpliendo con las espectativas de los educadores, cree mi propia banda. La primera película había terminado en la puerta de la caja de ahorros, pero algunas pelis tienen segundas partes y comencé a escribirla sobre la marcha e improvisando. Más fugas, más persecuciones, más atracos, más odio, más violencia, más miedo, más angustia... pero pocas segundas partes son buenas y este final no resultó ser mejor.Ahora, prefiero los libros a las películas. Llevo encerrado más de dos años, me han trasladado un par de veces y hoy es la tercera. Voy a encontrarme con mi hermano. Aunque no nos dejarán estar juntos, compartiremos prisión. En su última carta me contó que se había cansado de odiar, que estaba cambiando y podía sentir como la vida le transformaba. Es cierto que vamos cambiando pero yo no creo que la vida nos transforme, más bien creo que nos desgasta, y me siento cansado, cada vez más . No siento odio pero sí algo parecido al asco al ver a los guardias que vienen para realizar el traslado. - ¿tienes preparada la maleta?-. Les miro y sonrio, esta vez tampoco llevo equipaje, es un motivo de alegría, porque siempre he odiado hacer la maleta.
2 comentarios:
Me encantó. No he tenido tiempo para poder decírtelo pero me encantó el cuento.
No somos conscientes de porque estamos situados todos en el mundo como estamos situados. Y en ocasiones las oportunidades que te brinda la vida para poder sobrevivir o malvivir dependen únicamente de la suerte de haber nacido aquí o allá, bajo la estela de una madre drogadicta y una monja de culo gordo o bajo el influjo de la miseria de un país o simplemente desconectados del mundo a través de la televisión y el día a día...
Un aplauso por todos los que lucháis todos los días y os preocupáis por abrir los ojos ante una realidad ante la que todo el mundo prefiere excusarse en lo fácil, un aplauso por todos los que lucháis por que el "desgaste" de la vida de algunos sea más leve y tengan más oportunidades de estar vivos.
J, lo digo en serio, ¡escribe! Creo que tienes talento, potencial y sobre todo, mucho que decir!
Por favor, no dejes de leer y alguna vez acuérdate de escribir, lo que sea, aunque no se te ocurra nada... Sólo escribe...
Y como dice el Elfo, sigue luchando y no dejes que el mundo eche a perder tu idealismo.
Un beso!
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